Turismo de mierda



                Allá va a Atón Chapín, con casco y todo, para mostrar a los pacenses y a los curiosos turistas que quisieron sumarse a la visita cómo es ese otro barrio que denunciamos. Deambularon por Encarnación con mucho aplomo y mucha guasa, alimentando el espíritu con el patrimonio arruinado. Turismo de mierda.

                Fue una chanza, un esperpento, muy ‘murguero’. Faltaron las guitarras y el cuplé. Sobraba el López. Pero no se equivoquen. Detrás hay una crítica mordaz, feroz, muy sesuda; una reflexión que debe llevar más allá del pitorreo. Badajoz da para eso y mucho más, por desgracia.

Resulta curioso comprobar cuántos ciudadanos viven engañados por las fachadas de la Plaza Alta y las murallas, despreocupados, ignorantes, e incluso algún hijoputa mal avenido. Son aquellos que visitan estas calles siguiendo la ruta de la caña y el vinito, seguramente bien acomodados en otros barrios más nobles, menos marginales. Esos otros que no ven más allá del velador ganado con prisas un sábado al mediodía; los que no temen los incendios en solares descuidados ni conviven con la droga y la miseria, los que no cambian de acera por miedo a un derrumbe, los que gozan de amplios acerados para pasear carricoches. Los que duermen en paz.

¡Tengan valor, carajo! Hagan sobremesa para rebajar las carnes a la brasa y regresen a sus casas por San Lorenzo, Concepción Arenal, Benegas, Encarnación o Luis de Morales. Descubrirán una ciudad que ni sospechan. Exagerados nos llaman, porque ya no tienen miedo a subir a la Alcazaba. Treinta años les ha llevado aposentar sus traseros en nuestras plazas, SUS plazas. Y hemos mejorado en estas décadas, faltaría más, ¡pero son treinta años, joder!, y la mierda sigue escondida detrás de los telones.

Comiencen a sentir este barrio como propio. El Casco Antiguo es de todos. Es nuestra raíz, nuestra cuna, el hogar de sus abuelos, de nuestros antepasados. Nuestro orgullo. ¿Acaso no se merece lo mejor?

Tengan coraje ciudadano y despierten de la modorra que se imponen. Pregunten a cualquier Atón Chapín, quien gustosamente les mostrará una ciudad que desconocen. Y si después de la visita siguen pensando lo mismo, si el vino y las tapas les siguen sabiendo a gloria, si no se avinagran de tanta mierda, polvo y miseria, si no les entristece lo que contemplen, si no se cabrean, entonces todo habrá sido una coña y nosotros seremos unos fantoches. Pero, si por contra, y a pesar de las risas que pueda arrancarles Atón genio y figura—, notan un escozor en las entrañas, un rubor incómodo, una pena honda, una rabia que arde despacio y que crece por momentos, no tengan miedo a mudar de parecer, a reconocer lo que sienten. No se corten. Badajoz necesita redimirse desde sus vecinos: necesita su valor, su inconformismo, su coraje, su orgullo y su vergüenza torera.

¡Cascote!

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