A toro pasado
Resulta
que Villarriba y Villabajo, es decir, los comerciantes de Menacho y del Casco
Antiguo —que
no entiendo muy bien por qué no son la misma cosa, estando, ambos, de murallas
para adentro y separados por un semáforo—, se han trabajado de lo lindo el tema
de dinamizar las calles que les tocan; y lo han hecho tirando de sus fondos
para organizar pases de modelos, charlas de tendencias y trucos de moda,
presentaciones musicales, talleres de maquillaje, y toda una serie de medidas
encaminadas a atraer la atención del viandante, con la ayuda de la Concejalía
de Comercio. Oye, todo un éxito.
Pues
bien, ahora que los vecinos del Casco Antiguo nos quedamos sin la opción de las
vaquillas del aguardiente, esa manida charlotada con más aires de verbena de
borrachines que otra cosa, es tiempo de comenzar a pensar en alternativas
serias. Y que no sea por falta de inspiración, o de recursos, que el centro
histórico es muy rico en ambos. Así que ahí va mi capote que, como de
costumbre, no deja de ser un collage de ideas recogidas a pie de calle.
Qué
sería de San José si en vez de sacar a relucir la vena taurina de unos pocos
pusiera a sus artistas en la calle. Si los títeres y los grupos de teatro
afincados en el barrio hicieran las delicias del viandante en cada plaza. Si pintar
el Casco Antiguo o abrir sus monumentos no fuera algo exclusivo de La Noche en
Blanco. Si los alumnos del Conservatorio se prestaran a amenizar las mañanas por
sus rincones. Si las galerías y museos abrieran sus puertas para mostrarnos el trabajo
de sus artistas. Si los puestos de flores, de libros, de baratijas y
curiosidades colmaran Cervantes, La Soledad, Santa María, San Juan, San Atón. Si
las iglesias mostraran sus tesoros y los conventos sus claustros. Si los guías
turísticos hicieran horas extras. Si el barrio entero se vistiera de oro,
geranio, clavel y filigrana, si se asearan sus calles. Si sus restaurantes y
bares se esmeraran en las tapas relegando las aceitunas y las patatas fritas
para cualquier otro día. Si Capitanía, la Diputación y el Excelentísimo
Ayuntamiento ofrecieran conferencias sobre nuestra historia. Si la Real
Sociedad, la Unión de Bibliófilos y alguno más expusieran sus fondos más preciados.
Si el museo arqueológico rescatara un par de piezas insignes, como la Campana
de Espantaperros o el escudo del ‘Puente Viejo’, que ahora comen polvo en los
almacenes de El Nevero. Si el trenecito recorriera las calles llevando niños
risueños, padres risueños, abuelos risueños. Si la verbena se trasladara a La
Legión recuperada…
Música,
libros, flores, pintura, historia, turismo, comercio y gastronomía. Como Fuenteovejuna,
todos a una. Y que le vayan dando a las vaquillas.
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