La Nacencia



¡Ay!, aquellos versos de Chamizo que decían:

“…Asina que nació besó la tierra, que, agradecía, se pegó a su cuerpo; y jué la mesma luna quien le pegó aquel beso… ¡Qué saben d´estas cosas los señores aquellos! Dos salimos del chozo; tres golvimos al pueblo. Jizo Dios un milagro en el camino: ¡no podía por menos!”

 
Aquellos versos, que son un canto a la vida, a la llaneza, a la humildad, a la nobleza de corazón, a la juerza de espíritu, tomaron su auténtico sentido en nuestro parque, en la Legión, de la mano de dos vecinos silenciosos, esforzados, altruistas. Buenos.

Sixto y Antonio, Antonio y Sixto, ¡vosotros sois Chamizo vivo! Treinta años de desidia y ruina os llevaron a semejante proeza, a tal reto, a tal pulso. Treinta años de insoportable olvido. Labriegos de la paleta y el cemento, del baldosín y la gracia, con el sol prendido en el cogote enrojecido, mientras bendice y canta a la improvisada amistad que ahora os une. Porque fuisteis vosotros, y no otros, quienes os echasteis el coraje por manto, por montera, sin esperar nada a cambio salvo ver renacer a La Nacencia, ¡al parque entero que fuera vuestra infancia, vuestro antojo, vuestra cruz y vuestra pena!

¿Qué hay de malo en devolver el lustre a una tapia herida por las grietas, por las siluetas espectrales del saqueo, por las sombras de la traición de aquellos que debían conservar nuestros tesoros? ¿Qué hay de malo en trabajar pensando nada más que en el bien prójimo, si os hace feliz sentiros buenos, si creéis de verdad en ese acto de justicia? ¿Qué hay de malo en sonreír, recordar, rebelarse contra el pasado, a veces tan cruel y despiadado?

Cada piedra que pusisteis es aliento para muchos y vergüenza para otros, ¡la juerza d´un queré aferrada a la tapia con el barro de vuestro sudor, con la arena de vuestros recuerdos, con el agua de nuestros arroyos! ¡Por fin hay niño entregado a los brazos de su padre, por fin hay madre bendita por la luna y por la tierra! Y todo por vosotros, almas de Badajoz, poetas del cemento.

Hoy ‘La Nacencia’ vuelve a ser nuestra por vosotros, hoy el milagro es sólo vuestro. De nadie más. Chamizo sonreirá, estoy seguro, desde el lugar donde sus versos lo llevaran. Él os canta desde allá, Sixto y Antonio, por haber entregado a su memoria el mejor de los poemas.

¡Y malditos los que osen arrebataros esta gracia si no es por mejorar vuestros desvelos!

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