Balconízate!
Podrá
parecer un eslogan publicitario propio de grandes marcas comerciales —el Ikea
o el Leroy se apuntarían el tanto sin dudarlo—, pero es mucho más que eso. Es un
grito de guerra nacido de la calle, la voz ciudadana, que una vez más da
ejemplo de sentido común y buen gusto. Soluciones sencillas para hacer eso que
llamamos ‘la guerra de las pequeñas cosas’.
En
este caso concreto el eco llega de la mano de Raquel G., afincada en Badajoz,
usuaria de las redes sociales, y a quien conocen en su casa. Esta mente lúcida,
perspicaz, sentida y orgullosa, apuesta por engalanar ventanas y balcones para
combatir la ruina decadente que asedia el Casco Antiguo; más aún, apuesta por
contagiar a toda la ciudad con este simple eslogan. Balconízate, clama con
sencillez. Y tiene toda la razón del mundo.
No
se trata de colmar de achiperres vintage
cada metro cuadrado de terraza. Ella no habla de gnomos de jardín, maceteros de
diseño o luces de colores —que, ya puestos, también caben—. No
pide que cada ventana parezca un expositor de revista de decoración, a tres mil
el tiesto. No. Lo suyo es más sencillo, más asequible, más mundano. Raquel nos
pide que llenemos de flores las calles, que los ojos de nuestras casas se
engalanen con el rímel de la madre naturaleza, que el crisol de la primavera
camufle el polvo gris del olvido, que el verdor de las plantas desvíe nuestra
atención de las grietas, de las ruinas. Que los geranios, las margaritas y los
claveles embriaguen nuestros sentidos y hagan más amable nuestro paseo. Mayo florido
y hermoso sobre el triste hormigón del invierno.
A mí me ha
convencido. Que sean las flores la muralla que mantenga a raya la fealdad de
las ruinas que me asedian. Ahora mis geranios lucen en el patio grande de mi
casa: la calle que llega a mi puerta.
Gracias,
Raquel. Y ya saben: balconícense!
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