Julio revuelto
Julio siempre fue buen mes para
las revoluciones, La Bastilla puede dar certero testimonio de tal hecho. Y
aunque las guillotinas y la pólvora vayan sobrando en nuestros tiempos, el
ardor revolucionario suele prender con mayor facilidad en el estío. Será el
calor, o las vacaciones desmerecidas de la complaciente aristocracia.
Allá van Fernando Gonçalves y su
cuadrilla de insurrectos, paleta en mano, dispuestos a arreglar los acerados, a
desbrozar los solares, a repintar las fachadas, a reconstruir la vida de la
calle, a luchar por sus vecinos. Y vive Dios que cada vez son más los que se
alistan para combatir esta guerra. Con un par.
El enemigo son las ratas y las
pulgas, las orugas, las cucarachas, la marginalidad, la desvergüenza, el
pasotismo, la inacción, la irresponsabilidad, el incivismo, la burocracia, los
plenos, los pliegos de condiciones, los proyectos incumplidos, las promesas
vacuas, los informes, las palabras del vacío y la traición. Sus armas, el
esfuerzo, la voluntad, el deseo, las ganas, la acción sin paliativos, el
coraje, el orgullo, la desesperación, esto y sus santos cojones de hombres
valientes, como Dios manda, capaces de ponerse un barrio por montera y tirar
p´alante; como Sixto y su Nacencia, en la Legión, o esos otros benditos
sublevados del Gurugú, de las Quinientas, de Pardaleras, de San Roque. Los
últimos de Cuba o de Filipinas, lo mismo da, pero con más redaños que un viejo
soldado de tercios, con más huevos que un caballo percherón; tanto, que bien pudieran
hacer suyo aquel lema de los Gálvez: <<yo solo>>.
Pues desde aquí, en el decrépito
y maltratado Casco Antiguo, lo alentamos, lo celebramos, lo envidiamos y lo
aplaudimos. Bravo por Suerte de Saavedra y todos los empecinados. Bravo por la
Revolución.
Y como decía Cyrano: ¡A luchar, a
luchar, a luchar!
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