Go, Patriots!
Si nuestra alcazaba estuviera en
Iowa o en Massachusetts otro gallo cantaría. Entonces el alcalde sería Frank, y
sus concejales Anthony, Mary o Rudolf. Vete tú a saber. Los turistas acudirían
en tropel, iphone en mano, siguiendo los pasos de los Ibn-Washington, Ibn-Lincoln
o Ibn-Green de turno, mucho más primitivos y menos sofisticados que sus venerados
tataranietos, los héroes de la Independencia Americana. El lugar sería, a estas
alturas de la película, Patrimonio de la Unesco, con mayúsculas, y el Capitolio
con todas sus columnas quedaría a la altura del betún ante tanta maravilla
milenaria. Sus murallas, perfectamente conservadas, habrían servido de escenario
inmejorable para hacer las mieles de la factoría Hollywood. Ya imagino a Mel
Gibson arengando a las huestes desde las almenas, con el rostro bañado en sudor,
en barro, mientras una legión de indios cabreados trata de tomar la ciudad a
fuego y sangre.
Acceder como turista a tan
majestuoso templo de la historia americana costaría five bucks, cinco pavos, y en las tiendas de suvenires venderían camisetas
de la alcazaba y gorras de los Patriots. Seguramente habría un McDonald´s bajo
los arcos de la Plaza Alta y un parking de caravanas junto a Espantaperros. Ellos
son así. Pero, que me parta un rayo si yerro, el recinto amurallado estaría de
punta en blanco, petado de tipos gruesos de seguridad con pinganillos y gafas
de sol, y una enorme bandera con las barras y estrellas sobre Santa María. Sería
impensable mear contra los setos, pasear al perro para que cague, beber unos
lingotazos o arrojar basura en tan sagrado santuario, y podría costarle a uno acabar
cosido a descargas de táser y vistiendo el naranja butanito de la selección de
Guantánamo.
Pero esto es España, y más
concretamente Badajoz. Aquí el alcalde es Francisco, y sus concejales son
Antonios, Marías y Javieres —“pacos”
que dirían los gabachos—; y aquí, la alcazaba y todas sus putas almenas pueden irse a
tomar viento fresco, servir de verbena, cagadero municipal o botellódromo. Importa
un cojón de pato. Por otro lado, la peña, que es muy mediterránea, habrá
dejado, desde el viernes, sus miserias expuestas a cinco pasos de una papelera,
porque ya vendrán otros a los que pagan por recogerla. El fin de semana extenderán
sus mantas piojosas, rularán los vasos largos, los canutos, y correrá el whisky
y el tinto de verano. Spain is diferent. Por la mañana llegarán los perros para
olisquearlo todo y levantar la pata junto a la renegrida Puerta del Capitel —con la aquiescencia de sus dueños—, y una alfombra de zurullos recibirá a
los niños cuando suban a pelearse por los cinco columpios y lo que queda del
balancín.
Después, el domingo a las diez, subirá
Manolo en su carrito, operario de limpieza de FCC, quien está hasta los cojones
de limpiar la mierda que Parques y Jardines no recoge en sábado; no sé si porque
es Ramadán, Sabbath o porque no llegan los cuartos para tal servicio, a pesar
de los remanentes atesorados en el año. Y mientras Manolo le da al rastrillo
cagándose en la muy educada, muy ecologista y muy comprometida juventud que se
marcó la fiesta padre la otra noche, aterrizarán los turistas portugueses, o de
donde sea, con cara de espanto, horrorizados, meneando la cabeza sin
comprender, atónitos. Pasearán entre zurullos, botellas de ron negrita,
plásticos de tinto, litronas rotas y hasta condones. Luego vas y lo cascas.
Mañana será lunes y el
Consistorio se pondrá en faena. Que si tú me dijiste, que si yo te dije, que si
mentaste a mi madre y al padre de sus hijos. Tanto invertido, tanto ganado,
tanto proyectado. Y los tontos del haba, de uno y otro bando, seguirán votando
a ciegas, negando la mayor, sin hacer uso de una voz crítica, que exija, porque
la complacencia del color, de la bandera, es condumio más que suficiente para
alimentar el espíritu. Los malos siempre serán otros, la responsabilidad, ajena.
Entre tanto, Manolo seguirá subiendo con su carro a limpiar mierdas en los eriales del siglo XI, donde los dignos cristianos se mean en su Historia, en su raza y en su cuna. Allahu akbar. Y a los yankees, pobres en patrimonio pero sobrados de orgullo, no les quedará más remedio que seguir sacando lustre a tres siglos de un pasado que casi es más nuestro que suyo.
Go, Patriots!
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