El Último Superviviente


Lo de Arias Montano no tiene nombre. Se lo digo yo. Pocas chapuzas pueden estar a la altura de esta calle. Es una epopeya a la sinrazón, un desbarajuste colosal, formidable, de padre y muy señor mío. Para el Guinness de la infamia, o más allá.

Desde el viernes, los vecinos andan bañándose con saliva para combatir el calor, lamiéndose el sudor para reutilizarlo, embotellando sus orines, como el Último Superviviente …lo sé, lo sé, igual me he pasado un poco. Y es que han sufrido otro reventón en las tuberías del agua. El enésimo tal vez. ¿Otro dije? Perdónenme, me traiciona la humildad… ¡Tres en el mismo día! Y a distintas alturas de la calle, que no es cualquier cosa. Chupa del frasco, Carrasco.

No se puede explicar. No-se-pue-de. La misma calle de otros meses, de otros años, parche sobre parche, máquina sobre máquina, valla sobre valla, hasta conformar una oda a la construcción, una alegoría, una escultura viviente de peones y capataces, de herramientas, hormigón, grasa, hierro y remanentes de alquitrán. Como para poner una sucursal a pie de calle. Para la próxima, y se ahorran el camino.

Pero ahí no queda el asunto. ¡Qué va! Si supieran ustedes que la calle ya se abrió en canal para meter el gas... Lástima de aquella mente lúcida y urbanita a la que le tocó el encargo. Una pena que, en su momento, no cayera en la cuenta de haber aprovechado la zanja para reparar el saneamiento, para modernizar tuberías, para soterrar el cableado. Un mal día lo tiene cualquiera. Pero, claro, yo no soy técnico, e igual es más barato abrir boquetes mil veces. Si Pepe Gotera y Otilio levantaran la cabeza…

Que no. Que aquí no hace falta inversión en infraestructuras a estas alturas del aguante. Si acaso una academia el Colegio Merino mismamente para que los vecinos puedan impartir clases de supervivencia a las tropas de reemplazo, o por si llega el fin del mundo. Cinturón negro, décimo dan. Mejor póngannos un gimnasio, como en Valdepa, para presumir de tipo el próximo verano. Lo nuestro es la obra a pecho descubierto.

Yonkis de la reparación, ¡a por la metadona y el taladro!

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