Encuentros en la Tercera Fase
Lo de El Campillo y su entorno no
es el cuento de nunca acabar, no. Es el cuento de nunca empezar.
Hoy nos encontramos con un par de
noticias (links en color) que dan testimonio del estado de nuestro barrio. Por un lado, un resumen de toooooodo lo proyectado, de lo bonito que quedará el barrio cuando lo terminen, de los planes 'espaciales' y las estrategias de desarrollo. Evidentemente,
ya nos dejan caer que la paralización de tal proyecto es cosa de otros —siempre
son los otros—, y que ya se abrió un periodo de alegaciones allá por los
albores del tiempo. En cuanto a esto, decir que en el proyecto faraónico de El
Campillo no se apuntó nunca que las viviendas expropiadas para llevarlo a cabo
serían abandonadas a su suerte para azote de los vecinos, y ocupadas para
gloria del incivismo, la delincuencia, la droga y la miseria. De esto no nos
hablaron, no. Así que tampoco pudimos alegar tales desgracias con las que nos
vemos obligados a convivir, menores de edad y abueletes entrañables incluidos. Repito:
estas propiedades son de la Administración, la Tercera Fase que lo llaman, la
que terminará sirviendo de zona verde o yo qué sé. Pero echemos cuentas. Si de
la primera fase —la de los residenciales canjeables por euros—,
después de tanto jolgorio y protesta, aún no se ha comenzado a dar cuenta,
¿hasta cuándo debemos soportar los residentes? La Tercera Fase tendrá su
encuentro después de colonizar Marte, o Raticulín, o Gamínedes. Putos ‘ETs’.
La segunda noticia es lo que la policía nacional ha sacado de su madriguera, en Eugenio Hermoso. El cubil
inmundo, una de las viviendas abandonadas a su suerte gracias al Proyecto Campillo
y su Tercera Fase, escondía una zarigüella rastrera, una araña trepadora, uno
de los muchos gusanos alienígenas que se ocultan en este erial de ruinas que la
Administración nos impone a pesar de nuestras denuncias, nuestro clamor y
nuestras plegarias. Y digo yo que esta propiedad tiene su dueño, y que existen
unas leyes por las que ningún propietario debería permitir que semejante
alimaña se escondiera en su casa. Haberlas haylas, como las meigas. Otra cosa
es que se tengan ganas de cumplir con ellas, o de hacerlas cumplir. Eso sí, el IBI
que lo pasen, faltaría más.
Pues ahí tienen, para que les
conviden. Así vivimos aquí. Así nos torean. Así nos hacen penar.
Ahora vengan a pedir paciencia. Paciencia
y votos.
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