Buscando a Adrian.



Suena la campana y los púgiles avanzan de nuevo sobre la lona, el uno contra el otro. A un lado del cuadrilátero el zozobrante Ayuntamiento, con los morros hinchados y hecho un Ecce Homo, el paso vacilante, descoordinado, con los calzones flojos caídos sobre las caderas como un cantante de hip-hop, pandillero chungo; apenas se sostiene mientras busca a Adrian entre el respetable. Al otro el TSJEx, peso pesado donde los haya, de Harlem quizás, todo potencia y fibra que da miedo verlo, apretado y rocoso, bufando como un buey cabreado. Ni dos asaltos, oye.

'El Regidor' es un sparring entre los puños del fornido Justiciero, mazazo va, mazazo traga; un saco terrero que el Juez no duda en aporrear con placer homicida. Y allí que llega el sopapo ‘mortadelofilemónico’ en forma de tren de alta velocidad ése que no tenemos—, para hacerle morder la lona una vez más al gallito welter. Paffff. A buscar a Nemo en el arrecife de coral de la inconsciencia, a contar premolares desenraizados, a cantar pajaritos sin acordeón ni nada.

Esta vez tocaba el cinturón del IBI, premio jugoso donde los haya. Menuda saca de cuartos como para no intentar la hombría. Lástima que el púgil de Harlem no se haya confiado. Una pena, de verdad. Habría sido un puntazo haberlo pillado despistado, saludando a las cámaras, para aventarle una hostia en el mentón cuando no lo esperaba. KO por gilipollas. Pero no. Este duro boxeador vino a pelear sin florituras, concentrado desde el vestuario, lanzando jabs y crochets por el pasillo camino del ring, al ritmo de Ice-T; una mala bestia. Y así resultó el combate.

No cabe tributar como urbanos los terrenos urbanizables que no se hayan desarrollado. Claro, tiene su lógica. Fin del asunto, parece. El árbitro ya inició la cuenta. Pero he ahí que 'El Regidor' sonríe con su boca desdentada pegada a la lona, una sonrisa escalofriante, desfigurada, sanguinolenta, chunga. Mejor así, piensa desde el arrecife al tiempo que el árbitro agota su cuenta. Y recuerda el Casco Antiguo y toda la mierda escondida detrás de las tapias, las suyas. Ahora cobra sentido tanto solar, tanto erial, tanta inmundicia, tanto terreno no desarrollado… Igual mañana planta en ellos unas encinas y un par de barbacoas con lo que se ahorre en impuestos. Para que quede claro que Tres Arroyos llega hasta El Campillo y más allá.

¡Adriaaaan!

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