El Parque de los Milagros


Cada cual que piense lo que quiera: conjunción de astros, azar, estrategia, destino… Yo creo en los milagros, y más en estas fechas.

Huele a Navidad. Ya resuenan las zambombas en la lejanía y el aroma dulzón de las garrapiñadas se adueña de las plazas. Los templos abren sus puertas para mostrar los belenes que las manos fervorosas y pacientes dieron forma; las atracciones de los feriantes embrujan a nuestros pequeños con sus luces, sus vagones, sus caballos y sus cuentos; los comercios se visten de nieve y estrellas. Castañas asadas en las calles, churros y nubes de algodón de azúcar. La Navidad se acerca, sí. Y está tan próxima que casi podemos comérnosla a bocados.

Ayer, en el Parque de La Legión, la invitamos a pasar; la empujamos, sin más, para que irrumpiera en nuestras vidas y nos arrancara una sonrisa a golpe de guirnalda y villancico. Invocamos a los niños para engalanar los árboles y los niños acudieron, y sus juegos y sus voces obraron el milagro.

Los parques sienten, respiran, y ayer, gracias a los niños, el nuestro de La Legión volvió a sentirse radiante. Respiraba inocencia, reía con las cosquillas de aquellos pasos apresurados, inquietos, como de ratoncillos entre la hojarasca. Las manos de los niños, ora tímidas ora nerviosas, jugaban a vestir los árboles desnudos con guirnaldas de colores, con los brillantes fieltros de la Navidad que el viento mecía a su antojo. ¡Y qué hermoso era!

Pero el milagro estaba bajo las copas, a ras de la hierba corta, donde las familias, que hasta entonces no se conocían, compartían espacio, confesiones, sonrisas y churros con chocolate; donde los colegios se mezclaban para formar uno solo, donde los niños parecían ser de la misma pandilla; donde los políticos, acostumbrados a reñir, supieron encontrarse. Guirnaldas, colores, fieltros y risas, y niños, muchos niños. Quién podría pedir más para llamar a la Navidad.

Y qué decir de los técnicos que cuidan nuestros parques, quienes voluntariamente estuvieron allí a costa de su descanso, o de la casa de todos en el Casco Antiguo: churrería/librería de nombre impronunciable aAaaa— pero que a nadie confunde, que prendió sus fogones para alimentarnos con churros, para cocinar con amor el chocolate. Qué decir de tantos y tan buenos.

Así que, para ser justos, no olvidaremos a nadie:

A los concejales Pizarro y Ávila, y a su grupo por extensión, quienes se empeñaron en hacer esto posible; a las AMPAs de los colegios del barrio por la difusión dada, en especial al Lope de Vega, Luis de Morales (ahora el barrio llega hasta vuestros umbrales), Santo Ángel y Juventud; a los partidos políticos Badajoz Adelante, Ciudadanos y PSOE por donar desayunos y juguetes (la oposición se hace así, si me lo permiten); a la asociación de Madres del Casco Antiguo (AMACABA) y la guardería El Patio de Mi Casa, por vuestra colaboración y apoyo; a la Churrería/Librería aAaaa, que ayer decidió perder dinero y ganar risas —¡qué locos!—; a los técnicos de parques y jardines, comenzando por Antonio, quienes se lanzaron a nuestro rescate con sus esfuerzos, escaleras y esportones; a los medios de comunicación, por poner oídos a nuestras súplicas; a la plataforma SOS Casco Antiguo (¡qué carajos!), por la logística, el empeño y la complicidad; a las familias del barrio por prestarnos aliento, manos y montañas de creatividad (juntos haremos barrio); a los papis y mamis que asistieron, y a sus niños, por supuesto: fue por y para vosotros. Y a los que pudiéramos dejarnos en el tintero —perdonadnos—, para ser justos con todos.

Ayer creímos en los columpios y en el poder de la risa de los niños. Ayer asistimos al milagro de la familia, capaz de engendrar vida y de desterrar al miedo. Ayer se obró ese milagro deseado y decoramos el Parque.

 Gracias a tanto hacedor de bondades y Feliz Navidad.


SOS CASCO ANTIGUO

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