Una noche no tan blanca



Tiene huevos la cosa. Que en la noche de la exaltación cultural de Badajoz, la plaza de Cervantes, una de las más antiguas, hermosas y de mayor valor patrimonial de la ciudad, no cuente ni para cascarse unas pipas, es para mear y no echar gota. Vean, si no, el programa delator, su maquetado plano: un erial gris rodea a esta insigne plaza.

¿Y todo por qué? Porque a la señora Morcillo no le satisface la acústica, no llega a la calidad necesaria para una actividad musical (para esto siempre fue mejor la Alcazaba), ni las dimensiones resultan adecuadas para albergar un taller infantil, un concurso de pintura, un recital de poesía, una pachanga de cartas. Para Doña Paloma, San Andrés no es cultural, ni patrimonial, ni tiene interés alguno. Eso sí, la calle San Isidro y la plaza de los Alféreces sí que tendrán su espacio en el programa, aunque sea por un mero ejercicio de retribución mercenaria, de impuesto cultural, de un infame 3 %, o 0,3 %, de promoción. Vete tú a saber.

El caso es que a la Señora Morcillo, responsable de Cultura de nuestro Ayuntamiento, los pavimentos rayanos, las iglesias del XVI y los edificios nobles le importan un cojón de pato. -¡Que les den morcilla! -dirá la sapientísima concejala.

Pero esto tiene otra lectura que los vecinos, y aquellos otros que nos preocupamos por nuestro Casco Antiguo, conocemos bien: se trata de esconder la mierda bajo las alfombras.

El Ayuntamiento les engaña. Como oyen. Trucos de prestidigitador, de hechicero nigromante. Abracadabra y la miseria deja de existir. Fuegos de artificio para abobarles, para embrujarles, para nublar la visión de los idiotas.

Si San Andrés no existe en esta Noche en Blanco, en esta celebración de enorme afluencia, si no cuenta para ninguna de las más de 150 actividades programadas, entonces es probable que la tumefacta enfermedad que se esconde a espaldas de la plaza no acabe sirviendo de vergüenza pública, de escarnio institucional. Que no averigüen la verdad.

No pasen por San Andrés, ni paseen por sus calles aledañas. No atajen  por Afligidos, por Eugenio Hermoso, por Concepción, por Jarilla, Costanilla, San Lorenzo, Amparo, San Gabriel o Sepúlveda; no vayan al Campillo. No contemplen las ruinas, los solares inmundos, la suciedad, las ratas, la droga, la prostitución, las calzadas rotas. No vean, no huelan, no crean. Porque, si desobedecen, la noche ya no les parecerá tan blanca. 

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