Maldito Groucho

¡Voto a bríos! Santa Marina pone el grito en el cielo, se rasga las vestiduras y tira de blanca. ¡Que suenen los tambores! ¡A las armas! ¡A las armas! ¡Santiago y cierra, España!
Los vecinos de ese barrio ya no le encuentran la gracia —ni pizca que la tiene—. Ya no duermen. Demasiado ruido, demasiados decibelios, demasiadas copas. Maldito pub solitario… Se desgañita el Marx, el muy cabrón, llegado el fin de semana, entre puros y gin-tonics, y bachata. Se han quebrantado las sagradas leyes del descanso. No hay justicia. Y tienen razón.

Ya lo ven. Esto no es nuevo para un barrio como el Casco Antiguo. Pero, por desgracia, la empatía nos llega cuando el problema llama a nuestra propia puerta. No se apuren. No hay acritud, sino condescendencia. Nos hacemos cargo. San Juan lleva sufriendo esa cruz desde hace años. No por un Groucho, sino por todo el puto camarote, con huevos duros y plomeros incluidos. Luego, cuando lean en el diario los lamentos de este barrio nuestro, entre tazas de café y tostadas de cachuela, acuérdense de nosotros. Ya saben de qué va esto. De jueves a sábado.

Mientras tanto, que Dios les pille confesados porque la lucha será larga a pesar de las leyes y ordenanzas… o igual no. Depende del barrio, creo.
Como decía Groucho, <<en las fiestas no te sientes jamás; puede sentarse a tu lado alguien que no te guste>>. Pues eso.






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