19 de marzo ¿día del padre?... y del Rey olvidado

Como diría Jordi Hurtado, con la sempiterna sonrisa “profident” pintada en su rostro: <<Ibn Marwan al-Yilliqui fundó la ciudad de Batalyaws (Badajoz) en el 875, ahí es nada, pero, ¿qué rey leonés devolvió Badajoz a la cristiandad tres siglos y medio después? ¡Tiempo!>>.

Corría el año 1230, allá por marzo. Rascaba el frío aún y soplaba un viento del carajo –ya saben aquello de marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso-. Alfonso IX de León, que es por quien Hurtado nos preguntaba (gallifante para el acertante), bajaba desde Mérida con sus mesnadas, gentes del norte, hechos a la guerra y a las inclemencias del tiempo, y lo hacía acompañado de varias órdenes militares con muchas ganas de bulla. Habían aprovechado la zozobra y el desánimo causado en los “moros” por otros reyes cristianos, a la sazón competidores y rivales, a quienes habían zurrado de lo lindo en las Navas de Tolosa. La Reconquista era ya un hecho. Alfonso, que era buen rey y buen cristiano, astuto y ambicioso como el que más, había puesto cerco a la ciudad de Badajoz tiempo antes, por aquel entonces mal defendida, pues él también había repartido de lo suyo a los musulmanes en los llanos de Mérida. Sin ánimo de guerrear contra los fieros cristianos, los moros se retiraron hacia el sur, dejando las puertas de Badajoz francas al paso de los ejércitos del nuevo señor. No obstante, el regente leonés tuvo paciencia y aguardó hasta el 19 de marzo, día de San José, para acceder a la urbe, pues era costumbre encomendar el patronazgo de la ciudad al santo correspondiente del día de la reconquista.

El próximo 19 de marzo habrán transcurrido 787 años desde aquel evento, y nada, y cuando digo nada me refiero a eso, NA-DA, recuerda tal efeméride. Quizás todos sepamos cuándo es el Carnaval, o el Almossassa, o el Contemporánea, o el día en que murió Elvis, la Feria de la Tapa, el Black Friday, las rebajas y los domingos que abrirán el Leroy y el Corte Inglés, pero, estoy seguro, pocos recordaremos, llegado el día, quién puso en manos de los badajocenses la ciudad en la que viven. “Semos asín”. Vivimos de espaldas a lo nuestro, a nuestras raíces, a nuestra historia, a lo que somos. Y a lo mejor se nos da un ardite, nos importa un pimiento. Podemos pasar sin eso, porque nuestra identidad está tan pisoteada, tan difusa y acomplejada que lo contrario se nos hace raro. Parece increíble, cuando en otras muy nobles y muy leales ciudades se tomaron tan en serio eso de hacer justicia histórica con aquellos insignes hombres que dejaron su huella en ellas. Y es que, gracias a Alfonso, hablamos en cristiano y rezamos sin mirar a La Meca; gracias a él tenemos una bandera, ésa que llevamos tantos años sin utilizar aunque jamás haya sido derogada. Nuestro escudo es un león por él, y nuestro color el carmesí (no el blanco y negro de mi Badajoz del alma, Club Deportivo). Gracias al leonés somos extremeños. Eso fue lo último que hizo el buen rey antes de entregar el alma a Dios camino de Santiago. No hay de qué, machote.


Pues eso. Igual ya va tocando. Ponerle una estatua al menos, digo; o una calle digna, más digna que la actual que lleva su nombre (<<¿dónde se encuentra ahora? ¡Tiempo!>>). Acaso sería conveniente, un acto de justicia histórica, que su silueta, ya a pie o a caballo, dominara la plaza de San José, junto a las murallas y la alcazaba que nos entregó después de tanto guerrear por todo el occidente peninsular, enarbolando la bandera carmesí con el fiero león de sus armas que, en aquella mañana ventosa del 19 de marzo, cruzó los umbrales de Badajoz para ondear sobre nuestra historia. 

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