Banquete en Troya
Se llaman a sí mismos servidores
públicos pero se comportan como magnates de una multinacional. Les aprietan los
tirantes, cebados como cochinos en la mesa de los planes estratégicos, de los
proyectos faraónicos, de las cuentas contables. Fumemos. No hay mejor coñac que
el que vende Mercadona. Exquisito, oigan, cuando lo pagan otros.
Así, asistimos atónitos al desenlace
de un ardid digno de Ulises. Pero en este drama griego, en el que el centro de
salud y la asistencia sanitaria a nuestras familias está en liza, nosotros
somos los troyanos.
No es que nos hayan regalado un
caballo, abandonado sobre la playa de un titular cualquiera, como el que no
quiere la cosa; es que nos han aventado una coz en los belfos y han permitido
que el caballo se cagara en nuestra estampa.
Sí. El centro de salud irá a
Correos —no
les quepa duda—, cerquita de Santa Marina, en ese casco antiguo noble y
privilegiado al que miman y que envidiamos. Y a cambio de alejar otra dotación
de nuestras áreas marginales, de ponernos cuesta arriba eso de atraer nuevos
vecinos, y a cambio de dar la espalda a Pardaleras, nos compensarán con una
lluvia de titulares que expliquen las bonanzas venideras. Ya lo estamos viendo:
El Campillo echará a andar en breve, Inmuba edificará muchas viviendas, instalarán
plataformas únicas hasta en San Isidro y al fin tendremos un centro cívico
donde poder llorar, aunque no donde sanar a nuestros hijos. Hasta el puto
balancín de la Alcazaba terminará siendo una realidad después de tres años de
súplicas. Mentiras. Humo. Prestidigitación.
Nos tratan como a borregos, esos
que se llaman siervos del pueblo, los de la chaqueta inmaculada, sin arrugas;
los del protocolo, la pompa y la fanfarria. Apesta a perfume caro. A compadreo.
Recordemos cuando una parte de
ellos se alinearon con los vecinos para apostar por el anhelado Provincial; cuando
otra parte de ellos, traicionados, les devolvieron la pelota <<jugad
vosotros solos, si ésas tenemos>>. Y todo por arañar votos al adversario
en épocas de taifas y fronteras. Porque, no les quepa duda, jamás hubo
intención de devolvernos al Provincial, de regresar a nuestro centro. No entraba
tal piedad en sus planes.
De allí nos sacaron con promesas
de un Parador Nacional —será fantástico para la ciudad, decían—. Durante diez años nos exiliaron
al tiempo que entregaban a la ruina la que había sido nuestra casa. Nos
pastorearon hasta un redil mal construido, y ahora que se cae a pedazos la
choza no nos devolverán a nuestro hogar, porque —será fantástico para la ciudad,
dicen—
viene Mercadona.
Estamos al final de su lista de
intereses, de sus mimos y cuitas. Los últimos de la fila, salvo si toca jugar a
las urnas y los votos. Somos una molestia cuando no un arma electoral, un
rebaño de borregos que ellos pastorean mientras se fuman un puro. Se les llena
la boca de servicio público aunque sólo se sirven a sí mismos.
“Toca hacer magia, mequetrefes,
tirar de embuste, vestirse de trilero. ¿Dónde está la bolita?”
El centro de salud se alejará de
Pardaleras, se lo robarán al maltratado Campillo, al que restan vida a cambio
de mentiras y promesas incumplidas ¿Y cuáles serán las razones que esgriman
para apuñalarnos por la espalda? Se las adelantamos: el Provincial sufre daños
estructurales que impiden reubicar el centro de salud (sin embargo, no serán
problema para un supermercado). La reparación de los daños estructurales es muy
costosa (el dinero es un problema si se trata del centro de salud, jamás si es
el supermercado). El edificio de Correos está apenas a trescientos metros del
Provincial (pero Mercadona no lo ocuparía, porque quiere el Provincial y
únicamente el Provincial).
Y les digo por qué: el mercado
gourmet nunca se sostendría sin un foco de atracción de gente como el
Mercadona. Por sí mismo, el mercado gourmet es una cagada tan monumental como el
zurullo con el que tratan de hacernos comulgar. Veintidós mil metros cuadrados
de gasto público es insostenible. Por eso bien merece la pena sacrificar las
dotaciones del área en la que llevan meándose veinte años, esquilmar
equipamientos a quienes están acostumbrados a malvivir con poco; dar la espalda
a los parias del Casco Antiguo, de Pardaleras, a quienes llevan alimentado con
mentiras, titulares y proyectos desde siempre. <<Comeos este mendrugo,
idiotas, que ya os invitaremos a las sobras de nuestro banquete>>. Porque
importamos una mierda.
¿Dónde está la comisaría de
Montesinos, los columpios de La Legión, los contenedores soterrados, la lucha
contra solares y ruinas, nuestras instalaciones deportivas, la atención a
nuestros mayores con Alzheimer, el ajardinamiento de San Andrés, la apuesta por
el comercio de proximidad, la accesibilidad en nuestras calles, la iluminación
y el aseo? ¿Dónde está El Campillo? ¿Dónde están los hechos que compensen tanta
merma, tanto maltrato, tanto saqueo?
Digamos entonces que, puestos a
perder en este drama, si somos troyanos, metámosle fuego a Troya antes de
entregársela a los griegos. Que arda.
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